domingo, 29 de mayo de 2011

65

¿Y hasta cuándo cree usted que podemos

seguir en este ir y venir del carajo? – le preguntó.

Florentino Ariza tenía preparada la respuesta

desde hacía cincuenta y tres años, siete meses y once día con sus noches.

Toda la vida – dijo

Gabriel García Márquez “El amor en los tiempos del cólera”


Caracas, 26/05/2011

Cuando más temprano vine a traer un par de bolsas de hielo para nuestra reunión de hoy, la abuela me contó una anécdota del día de su boda.

Cuenta que en esos días por la Habana, iba a cantidad de matrimonios de gente allegada a ella y a su familia. Eventos donde los curas de la época, en la consabida celebración de la misa, dedicaban los clásicos sermones acerca de la formación de un nuevo hogar, la fidelidad, los retos de la vida en pareja o cualquier cosa parecida, típica de un matrimonio.

Cuenta que, en el caso de ella y el abuelo, los casaba un sacerdote jesuita que había sido confesor suyo desde los 9 años y que le tenía mucha confianza y aprecio

Cuenta que dicho sacerdote, saliéndose un poco de los clásicos sermones matrimoniales y, como haciendo una excepción con una pareja especial, de buenas a primeras les dice a los novios un consejo “Tengan una luna de miel eterna”

Debe haber mil y un cuentos sobre ese día de fiesta y celebración. Y, contados por la abuela, con lujo de detalles, pueden servir para un volumen de unas cuantas páginas. Eso se lo dejo a ella que lo hace como una experta.

A mí esa anécdota me sirvió para conectarme con lo que los abuelos significan para mí y preguntarme ¿qué es, verdaderamente, lo que celebramos hoy?

Obviamente celebramos el amor de los abuelos Jaime y Carmita durante muchísimos años.

Pero creo que, sobretodo, celebramos una familia que nace a partir de ese día.

Celebramos una familia que entiende que los lugares para reunirnos y compartir pueden ser tanto una mesa de almuerzo dominguero, una misa de acción de gracias o una mesa de póker donde ligar una escalera.

Celebramos una familia donde Camurí, la librería Lea, la sede de las Damas Salesianas, Cuba, España o Solete, no son sólo lugares de trabajo, de esparcimiento o de nostalgia, son piezas clave de una bella historia común que nos une.

Celebramos una familia en que, a diferencia de algún pueblo o país del mundo que quiere cerrar sus fronteras, hablar una sola lengua y alzar la bandera del nacionalismo, se siente orgullosa de nutrirse de la diversidad que representan los “moros con cristianos”, la tortilla española y la cerveza Polar.

Celebramos una familia que sufrió en carne propia los embates del exilio y que, por esa misma razón y por muchas otras, trabaja diariamente por construir un país que sea verdaderamente un hogar para mucha gente.

Celebramos una familia donde la mesa de la ruleta, no es la de ganar dinero (que nunca cae mal, claro está) no es la de un vicio ludópata, sino es el espacio donde, juntos, desafiamos a la suerte, a los crupier malhumorados y al azar, ligando números que nos conectan con momentos felices:26, 32, 29, 8 ….. Por cierto, al ritmo que crece esta familia, o nacen en días que ya tenemos para jugar o en cualquier momento vamos a estar poniendo fichas en toda la mesa.

Celebramos una familia que, a pesar de tener regados a algunos de sus miembros en lugares tan diversos como Kenia, Barcelona, Houston, Méjico, Manchester o Panamá, se alegra como si los tuviera al lado cuando mandan una foto de un nuevo miembro recién nacido, cuando logran un éxito profesional o simplemente cuando llaman a saludar.

Pero en fin, hoy celebramos, hoy sobre todo agradecemos, que los abuelos, hace ya 65 años, en un 26 de mayo como hoy, decidieran unir sus vidas y que, a partir de ese día y durante ese largo camino, nos hicieran partícipes de su eterna luna de miel. Abuelos, gracias. Los queremos mucho.

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