miércoles, 23 de septiembre de 2009

RUIDO

Entras en la calle, en el bulevar, y quedas plantado ante lo inminente.
Ruido.
Parecería obvio que una calle transitable pueda contener conversaciones en volúmenes varios, bocinas sudorosas o el eco de la gente que tropieza una con otra. Múltiples sonidos.
Obvio. Es así. Es el equilibrio propio de su diario acontecer que se expone con un murmullo en el ambiente.
El problema surge con la intromisión de los vecinos.
Edificios.
Llenos de teléfonos que ladran, radios que evangelizan, foto copiadoras que clonan; estos armatostes de cemento y ladrillo generan, dentro de sí, infinidad de decibeles e intentan contener, entre sus paredes, el producto de su rutina.
Pero no pueden.
Es muy grande la carga; se va acumulando en las oficinas, en los cuartos, en las cocinas, de cada uno de los inmuebles.
Cuando llega a su límite, cada una de estas construcciones debe deshacerse de la presión almacenada.
Abren una puerta, una ventana quizás, y vierten sobre la calle los desechos recolectados, desatando el revuelo.
La ruptura de la armonía del bulevar.
Ruido.
Bloqueando el paso, estorbando en las aceras, sofocando las gargantas, interrumpiendo la luz, minando las alcantarillas.
Ruido. Para no oírse... Ni a uno mismo.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Momentos