jueves, 10 de diciembre de 2009

Tacho

Sin importar de dónde venía semejante palabra,era lo que decía cuando quería parar, momentáneamente, aquel juego infantil de la "Ere".
Servía para tomar aire, delimitar una estrategia o discutir alguna situación del juego que hubiera molestado a los participantes.

Esa misma palabra apareció inmediatamente en mi cabeza paseando por la ciudad, en las cercanías de una plaza rodeada de edificios de oficina.
Vi la hora y me di cuenta que era la hora de almuerzo y un grupo considerable de personas salía de sus oficinas.
Hora y media,máximo dos horas, es el tiempo que tienen para almorzar y volver a sus trabajos.
Algunos aprovechan este descanso para hacer diligencias que, el cumplimiento riguroso de un horario de trabajo, no le permiten realizar durante el día.
Otros, simplemente comen en sus puestos mientras adelantan alguna asignación de trabajo (opción que me produce dolor de barriga sólo de pensarlo).Para alguno es el momento de sentarse con sus compañeros y hablar de todo, menos del trabajo.

Hay quienes, después de comer alguna cosa con un poco de prisa,dicen "Tacho" y aprovechan la oportunidad para salir a la plaza, (no necesitan pedir permiso para entrar) tomar aire, o conversar con alguien.
El privilegio que es estar cerca de ahí y poder salir a sentarse en un banco.
Con calma, simplemente a observar, respirar aire sin condicionado y luz solar sin mediación de una ventana; luz que sólo se cuela entre los árboles.
Puedes llegar a sentir que hay espacios comunes de la ciudad que son tuyos tambien, que los puedes disfrutar cuando quieras y que no son un simple lugar de tránsito entre los refugios en que pasas tu día.

Tacho.
En medio de la "Ere", parar para tomar aire. En medio de un día de trabajo, una tregua con la rutina y un encuentro con la ciudad.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Sólo un café, por favor

A pesar de que todos los días es lo mismo, tengo la esperanza de que tu desdicha, el micro cosmos de tu golpeada cotidianidad o cualquiera sea la razón de tu disposición al trabajo, esté de vacaciones.

Entro en la panadería y dejo caer cualquiera de las siguientes frases:
"Buenos días","Buenas tardes", "Hola ¿cómo estás?", "Hola ¿cómo está?".
Te tuteo, no te tuteo. Siempre con un "Por favor" como punta de lanza.
Tu respuesta: una cara de rabia y ni una palabra.
Las fórmulas de interacción se me acaban para tratar de obtener una respuesta distinta de tu parte.

He llegado a imaginarme pidiendo una cosa tras otra,cual más inverosímil,con el sólo propósito de sacarte de quicio.
Para que explotes de una buena vez,te deseperes y me digas: ¡Odio este trabajo! ¡Quiero cambiar! ¡Tengo problemas en mi casa! ¡No dormí suficiente!¡Odio tu cara! ¡Odio al mundo! ¡Me duele una muela desde que nací!
Una razón, cualquiera que sea, que me explique el por qué de tus humores para con cualquier persona que te habla.

Pero no me atrevo.Vuelvo y repito, una vez más:
Buenos días señorita,sólo un café por favor.